Refused incendian la noche con un manifiesto de rabia, política y redención punk

por | Oct 30, 2025

Hay conciertos que se viven como una celebración y otros que se sienten como una despedida. Lo de esta noche fue ambas cosas. Refused, los legendarios suecos que reescribieron las reglas del punk con «The Shape Of Punk To Come», se encuentran en plena gira de despedida, y su paso por el escenario fue una demostración arrolladora de que la rabia, cuando se canaliza con propósito, puede trascender generaciones. Lo suyo no fue simplemente un adiós: fue un recordatorio del poder transformador de la música, un manifiesto final que dejó a todos con el corazón acelerado y la garganta rota.

Antes del huracán sueco, la tarde se inauguró con una doble dosis de intensidad perfectamente calibrada. A las 18:35, Ella La Rabia encendieron las primeras chispas con una actuación que combinó sensibilidad y visceralidad a partes iguales. Su sonido, entre el post-hardcore, el rock alternativo y la poesía desgarrada, llenó la sala con una energía contenida pero poderosa. Pese a la hora temprana, consiguieron captar la atención de un público que iba llegando poco a poco, tejiendo una atmósfera expectante. La banda navegó entre pasajes de calma tensa y estallidos de emoción pura, demostrando una madurez artística que los consolida como una de las propuestas más interesantes del panorama nacional. No hubo artificio, solo intensidad honesta y una convicción total en cada nota.

Alvaro Carlier, Ella La Rabia
Fotografía: Álvaro Carlier

Con el reloj marcando las 19:30, CRIM tomaron el relevo, y la temperatura subió de golpe. Los tarraconenses salieron a escena con la fuerza de un tren desbocado, descargando su punk rock crudo y directo con la naturalidad de quien lleva años dejándose la piel en cada escenario. Su set fue una celebración colectiva: coros, puños en alto y sonrisas compartidas entre el público, que respondió desde el primer tema con una energía que convirtió la sala en un auténtico hervidero. CRIM no necesitan discursos elaborados para conectar: su mensaje es simple, pero profundo, una reivindicación de clase, de dignidad y de comunidad. En sus canciones hay sudor, calle y verdad, y su actuación fue el combustible perfecto para preparar el terreno a lo que estaba por venir.

Alvaro Carlier, CRIM
Fotografía: Álvaro Carlier

A las 21:00 en punto, las luces se apagaron y el rugido del público anunció lo inevitable. Refused aparecieron en el escenario envueltos en sombras, y los primeros acordes de “Poetry Written in Gasoline” convirtieron la expectativa en estallido. Dennis Lyxzén, siempre eléctrico, emergió al frente como un predicador del caos, un frontman que parece absorber toda la energía del público para devolverla multiplicada. Desde ese instante, no hubo tregua. “The Shape of Punk to Come” y “The Refused Party Program” fueron un golpe de realidad, una reafirmación de todo lo que la banda representa: ruido, discurso y precisión. Pocas veces un grupo logra sonar tan feroz y tan nítido al mismo tiempo. Era como presenciar a una maquinaria perfectamente engrasada, pero movida por un corazón desbordado de emoción.

La gira de despedida no se siente como un funeral, sino como un estallido de vida. Con “Rather Be Dead” y “REV001”, la banda mostró su versión más combativa, con Lyxzén lanzando proclamas entre canciones, recordando que el punk no es nostalgia, sino resistencia. Su presencia es magnética: cada salto, cada gesto, cada mirada al público tiene algo de ritual, de comunión. En “Liberation Frequency” y “Summerholidays vs. Punkroutine”, Refused demostraron que su legado no se limita a los gritos ni a la distorsión: detrás del caos hay una arquitectura sonora minuciosa, una inteligencia musical que pocas bandas del género alcanzaron jamás.

El tramo central del concierto fue una sucesión de descargas ininterrumpidas. “The Deadly Rhythm” y “Circle Pit” hicieron temblar el suelo, con el público entregado al pogo y a la catarsis colectiva. En “Everlasting” y “Economy of Death”, el grupo alcanzó una intensidad casi teatral, como si estuvieran representando, por última vez, una obra que llevan décadas perfeccionando. Cada miembro de la banda se movía con una energía que desmentía cualquier idea de despedida cansada: esto era una celebración de lo que fueron, una reivindicación de lo que siguen siendo.

Alvaro Carlier, Refused
Fotografía: Álvaro Carlier

Y entonces llegó uno de los momentos más simbólicos de la noche: “Refused Are Fucking Dead”. El título, una vieja declaración de muerte artística, se transformó en su inverso irónico. Porque aunque esta gira marque el final del camino, la banda suena más viva que nunca. El público lo entendió y respondió con una ovación que se extendió como una ola. Lo que siguió fue un torbellino: “Worms of the Senses/Faculties of the Skull”, “Elektra”, “New Noise”… cada canción una detonación, una despedida dentro de la despedida. Cuando sonó “New Noise”, el himno absoluto, la sala entera pareció estallar. Nadie se quedó quieto. La voz de Lyxzén se mezclaba con las de cientos de gargantas que gritaban como si de ello dependiera algo más que la música. Era el instante definitivo, el eco de toda una generación condensado en un solo grito.

El cierre, con “Tannhäuser”, “Pump the Brakes” y “Coup d’état”, fue solemne y brutal a partes iguales. No hubo artificio ni despedidas melodramáticas, solo la convicción de estar presenciando algo irrepetible. Refused terminaron como empezaron: con fuego en las manos y claridad en la mirada. Y aunque sus cuerpos se despidan de los escenarios, su espíritu quedará latiendo en cada músico que los haya escuchado, en cada fan que haya encontrado en sus canciones un espacio para el descontento y la esperanza.

Alvaro Carlier, Refused
Fotografía: Álvaro Carlier

Cuando las luces volvieron a encenderse, nadie quería moverse. El público permaneció unos segundos quieto, sudado, exhausto, pero con una sonrisa compartida. Habían sido testigos del fin de una era, pero también de la reafirmación de una idea: el punk no muere, solo se transforma. Refused se marchan, sí, pero dejan tras de sí una huella imposible de borrar, una enseñanza que va más allá de los discos y los riffs: que la música puede ser una herramienta de pensamiento, una forma de empujar al mundo a moverse un poco más allá de su comodidad.

En su gira de despedida, Refused no se limitaron a mirar atrás. Prefirieron mirar al público a los ojos, al presente que ayudaron a construir, y lanzar una última proclama: no se trata solo de ruido, ni de estilo, ni de nostalgia. Se trata de no rendirse nunca. Y esa es, quizá, la mayor herencia que dejan tras de sí. Porque «The Shape Of Punk To Come» no fue solo un disco: fue una promesa. Y anoche, en su adiós, esa promesa volvió a cobrar vida una vez más, incendiando la sala como si el fuego nunca fuera a apagarse.

Alvaro Carlier, Refused
Fotografía: Álvaro Carlier

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