Charlando con Kraak & Smaak: del underground de Leiden a los grandes festivales del mundo

Sep 10, 2025

Han pasado más de veinte años desde que Kraak & Smaak irrumpieron en la escena internacional con un sonido inconfundible: una mezcla vibrante de funk, soul, electrónica e incluso pop que los ha llevado de los clubs más pequeños de Leiden a los grandes escenarios de festivales como Coachella, Glastonbury o SXSW. La banda neerlandesa, formada por Oscar de Jong, Wim Plug y Mark Kneppers, celebra dos décadas de trayectoria con la misma energía con la que comenzaron, pero también con la madurez de quien sabe que su propuesta ya es parte fundamental del mapa global de la música electrónica con raíces.

De su debut Boogie Angst al éxito inesperado de “Squeeze Me”, pasando por colaboraciones con artistas de la talla de Mayer Hawthorne, Parcels o Lee Fields, el recorrido de Kraak & Smaak es un viaje en el que se mezclan la fiesta, la experimentación y la emoción. A las puertas de publicar su séptimo álbum y con fechas en Madrid y Barcelona este noviembre, conversamos con Oscar De Jong sobre su historia, sus aprendizajes y lo que significa seguir sorprendiendo al público tras dos décadas en la carretera.

Vuestro sonido siempre ha navegado entre el funk, el soul, la electrónica e incluso el pop. En esa mezcla encontramos una identidad muy clara, que se ha convertido en vuestra marca de fábrica. ¿Qué fue lo que os hizo sentir que esa combinación era realmente vuestro territorio?

Creo que lo que siempre nos ha caracterizado es que hay algo un poco excéntrico en nuestro sonido, una chispa loca que lo hace especial. Pero si escuchas con atención, también hay un trasfondo melancólico, una capa emocional que equilibra esa energía. Esa mezcla de locura y melancolía nos ha acompañado desde el principio y es lo que sentimos como nuestro terreno natural.

Con Boogie Angst disteis el salto internacional y de repente estabais en festivales como SXSW o Coachella. Esa primera experiencia cruzando el océano suele ser inolvidable para cualquier banda. ¿Qué recuerdos guardáis de aquellos inicios en EE.UU.?

Lo recuerdo como una época llena de momentos surrealistas. De repente estábamos en Los Ángeles o San Francisco y había un montón de actores y gente del mundo del cine y la televisión entre el público. Yo ni siquiera los reconocía, pero otros del grupo me decían que era bastante especial que estuvieran allí. Personalmente, lo único que me preocupaba era que el show saliera bien, jaja. Los festivales en EE.UU. son una locura total, la gente es muy intensa. Y de todos aquellos viajes, me quedo con Austin y el SXSW: esa ciudad se convierte en el mejor lugar del mundo durante esa semana de marzo. Cada año es un espectáculo irrepetible.

“Squeeze Me” fue un antes y un después, hasta el punto de llevaros al show de Jimmy Kimmel en la televisión estadounidense. No todos los grupos neerlandeses alcanzan esa visibilidad internacional. ¿Cómo vivisteis ese momento en el que todo empezó a cambiar tan rápido?

Fue una experiencia extraña porque ocurrió muy deprisa. De repente, en Holanda, toda la prensa solo hablaba de nuestro éxito en Estados Unidos, algo que no pasa tan a menudo con bandas holandesas. Fue como un punto de inflexión: a partir de ahí, la gente empezó a prestar atención a todo lo que hacíamos. Y eso nos ha permitido seguir tocando en todo el mundo hasta hoy. Es increíble ver cómo un solo tema puede abrir tantas puertas y cambiarlo todo.

En vuestro recorrido habéis colaborado con artistas muy distintos, desde Lee Fields hasta Mayer Hawthorne o Parcels. ¿Qué es lo que buscáis en un colaborador para que encaje dentro de vuestro universo musical?

Siempre buscamos algo que nosotros mismos no podríamos encontrar por nuestra cuenta, algo que aporte emoción y novedad. El mejor ejemplo quizá sea “Stumble” con Parcels. Si piensas en el tema solo con el riff de piano y el beat, sin la voz, funcionaba, sí, pero les dimos espacio para aportar su magia. Y fue ese extra, esa sorpresa que nunca habríamos imaginado, lo que hizo volar la canción en otra dirección. Para nosotros, una colaboración tiene que hacer precisamente eso: llevarte a un lugar inesperado.

Vuestro directo se ha convertido en una de vuestras señas de identidad, hasta el punto de que se os considera un “must see live act”. ¿Qué tiene un concierto de Kraak & Smaak que lo hace tan especial?

Nuestros shows son una gran fiesta, muy ecléctica, donde combinamos el poder de una banda completa con la electrónica. Siempre intentamos que haya energía, diversidad y ese toque de locura que nos define. Es difícil explicarlo con palabras… hay que estar allí. Lo que sí podemos decir es que nunca dejamos a nadie indiferente.

En 2023 celebrasteis vuestro 20º aniversario con el recopilatorio Twenty y con conciertos muy especiales. Si miráis atrás, ¿hay un momento que creáis que define quiénes sois como banda?

Para nosotros, los conciertos de ese año de aniversario fueron muy significativos. Decidimos ampliar la formación con una sección de metales y músicos invitados, lo que le dio otra dimensión a nuestro repertorio. Y en particular, el show en el Paradiso de Ámsterdam en mayo fue épico, un auténtico resumen de todo lo que hemos construido en estas dos décadas. Fue un momento que nos recordó por qué hacemos lo que hacemos.

Ahora estáis preparando vuestro séptimo álbum.¿Qué podéis adelantarnos de este nuevo trabajo y hacia dónde apunta vuestro sonido?

Lo nuevo vuelve a tener esas vibraciones de la costa oeste, un poco como Pleasure Centre y también como Scirocco, nuestro disco instrumental de 2023. Tiene un punto psicodélico y cinematográfico, pero sin dejar de ser Kraak & Smaak al cien por cien. Así que sí: mucho funk, mucha energía y ese toque reconocible que nos acompaña desde siempre.

Lleváis dos décadas recorriendo el mundo, de Coachella a Glastonbury, de China a Sudamérica. ¿Qué habéis aprendido del público global y qué os sigue sorprendiendo de esa conexión en vivo?

Lo increíble es que el público nunca deja de sorprenderte. Es alucinante cuando ves a gente muy joven que acaba de descubrir nuestra música y aparece en un concierto por primera vez. El año pasado, por ejemplo, tocamos en un festival de jazz en una isla de Turquía: tardamos dos días en llegar, pero la energía del público hizo que todo mereciera la pena. Y hay anécdotas mágicas como la del Cruïlla en Barcelona: tras horas de retraso en el aeropuerto sin saber si podríamos tocar, aterrizamos casi a medianoche, corrimos al escenario y, de repente, aparecieron 8.000 personas. Lo que pasó allí fue pura magia. Momentos así son los que nos recuerdan que la música conecta más allá de cualquier dificultad.

Este noviembre tenéis fechas en Madrid y Barcelona. ¿Cómo describiríais al público español y qué esperáis de esos conciertos?

Los españoles son los mejores, de verdad. Saben cómo montar una fiesta, cómo dejarse llevar. Siempre que venimos aquí sentimos que el público entiende perfectamente lo que queremos transmitir. Así que estamos deseando volver.

Para terminar, una curiosidad. Vuestra música siempre transmite energía y ganas de bailar. ¿Qué escucháis vosotros en la intimidad, lejos de los escenarios?

(Risas) Pues seguramente algo más introspectivo de lo que la gente imagina. En casa escuchamos mucho jazz, música brasileña, electrónica que no necesariamente es de baile… más moody, más tranquila. Es nuestro contrapunto perfecto a la locura del directo y de los clubs.

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