A veces un concierto puede ser más que una simple velada de música. Suena muy típico porque muchas IAs utilizan esta frase, y sobre todo muchas bandas vendiendo sus propios shows. También es verdad que muchos hemos vivido, por suerte, unas cuentas veladas así. Pero para mi personalmente hay una gran diferencia entre un gran concierto y una experiencia vital en forma de bolo. Os prometo que intento dignificar el término y no usarlo a la ligera.
Anoche, Rita Payés me demostró que puedo decir que ver su show en directo es mucho más que ir a un concierto.
En un Teatro Circo Price lleno hasta la bandera, se respiraba algo distinto, una sensación de que lo que iba a ocurrir sobre el escenario iba a ser algo fuera de lo común. Y es que, anoche la música fue un espacio donde todo tenía un propósito, donde cada sonido, cada silencio, era perfectamente medido para provocar una reacción. La atmósfera del lugar se convirtió en un bosque encantado. Los troncos de árbol colgados al revés daban la sensación de que estábamos dentro de aquel lugar, envueltos en una nube de humo que apenas dejaba ver el escenario por muchos momentos. La acústica, impecable. SOBERBIA la verdad. Tanto abajo (donde estuvimos haciendo fotos los 3 primeros temas) como arriba.

Rita Payés no es solo una trombonista y cantante. Es una creadora de atmósferas, de sensaciones. Su música tiene una identidad propia. Sin duda uno de los adjetivos más preciados en el mundo del arte.
Tiene la capacidad de mezclar jazz, bossa nova, con muchos toques de música popular de una forma tan natural que su sonido es inconfundible. Durante el concierto, todo parecía perfectamente orquestado, pero a la vez tan natural, tan sencillo. Y ese equilibrio es lo que le da a su música esa capacidad de emocionar, de hacernos sentir cercanos a ella, a su arte.
«El circo Price se convirtió en un rincón de bosque donde el tiempo se detuvo, y solo quedaba espacio para la belleza pura de Rita Payés».
Algo que no se ve todos los días, y que sin duda siempre conmueve, fue ver a madre e hija tocando juntas en el escenario. Elisabeth Roma, madre de Rita, estaba allí, guitarra en mano, compartiendo con su hija esta carrera tan especial que se está forjando. Verlas conectar de esa manera es una sensación difícil de describir. No solo es que la banda de Rita Payés esté llena de talento, sino que, por encima de todo, hay una unidad que se percibe en cada acorde, en cada segundo que pasan juntos.

Para cerrar la noche, Rita nos regaló una bossa nova, uno de esos momentos que hacen que el corazón se detenga por un segundo. Pero, ¿sabéis qué? Fue la forma perfecta de terminar. Porque la bossa es un género que tanto nos gusta, y confieso que me habría quedado con la sensación de que algo faltaba si no hubiese habido un tema así. Al final, lo que nos ofreció fue la conclusión perfecta a una noche de ensueño.
Este tipo de conciertos son los que uno recuerda durante mucho tiempo. Porque no solo se escucha música, sino que se siente. Y no es algo que pase todos los días. Rita Payés logró lo que muy pocos logran: crear una atmósfera, un lugar donde el tiempo se detiene y donde lo único importante es lo que pasa en ese preciso momento. Si alguien tiene la suerte de verla alguna vez, sabrá exactamente de lo que hablo.
Anoche, Inverfest comenzó con fuerza. Mucha fuerza.
Gracias, Rita, por darnos ese espacio para soñar, para sentir, para vivir tu música.
CUIDEMOS PROPUESTAS Y ARTISTAS NACIONALES COMO RITA PAYÉS..
