Si Madrid tuviera que elegir un punto de partida para su maratón festivalero, sería este. Del 29 al 31 de mayo, Tomavistas toma La Caja Mágica y la convierte en un pequeño universo paralelo donde caben desde leyendas del indie internacional hasta el talento más inquieto de la escena estatal. Y todo sin perder ese toque personal que lo ha convertido en uno de los festivales más queridos por el público que valora la música con calma, atención y buen gusto.
Jueves 29 arranca fuerte con la única parada en la capital de Amaia, que viene con nuevo disco bajo el brazo, y una Mala Rodríguez celebrando los 25 años de Lujo Ibérico. También estarán Judeline, María José Llergo, Barry B, Jimena Amarillo, pablopablo, trashi, Ganges y Xenia, una alineación que mezcla dulzura, intensidad, electrónica suave y lírica poderosa. De esas noches en las que cada directo puede convertirse en un descubrimiento.
Viernes 30 es el turno del músculo internacional: Caribou y su electrónica luminosa llegan con nuevo material, Bombay Bicycle Club celebran dos décadas de carrera y Doves regresan con la elegancia intacta. También brillan nombres como Love of Lesbian, Carlos Ares, Maika Makovski, Karavana, Carlangas, Parquesvr, Viva Belgrado y Las Dianas. Un día para pasar de la melancolía épica al pogo sin que chirríe nada.
Sábado 31, la despedida no da tregua: Romy aterriza por primera vez en solitario en Madrid y lo hace como cabeza de un día que completan los envolventes Mogwai, el dúo islandés Kiasmos, y la siempre sorprendente Kelly Lee Owens. Además, el post-punk y la crítica social vienen de la mano de Depresión Sonora, Biznaga, La Élite, Camellos, Frente Abierto y La Milagrosa.
Uno de los grandes aciertos del festival es no acomodarse. Tomavistas lleva años apostando por la diversidad real: en sonidos, en géneros, en nombres. El equilibrio entre artistas emergentes y consolidados no es marketing, es ADN. Además, el compromiso con el talento femenino no es una moda: este año más de la mitad del cartel está liderado por mujeres. Un paso más hacia el cartel que muchos festivales anuncian pero pocos practican.
Con un ambiente en el que es posible bailar, emocionarse, descansar y volver a la carga sin sentir que estás en una batalla campal, Tomavistas sigue siendo esa cita donde la música no es solo ruido de fondo. Aquí se escucha, se siente y, sobre todo, se disfruta.
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