Texto y fotos: Kenyi Yoshino
Anoche el Festival Internacional de Jazz de Madrid reunió a los hermanos Wooten en un concierto que llevaba tiempo marcando en la agenda. Había una sensación especial en la sala, quizás por la mezcla entre curiosidad y respeto que despiertan músicos con una trayectoria tan sólida. Para mí era un momento esperado desde hace años, porque por fin podía ver en directo a Victor Wooten, alguien cuyo enfoque del bajo y de la música siempre me ha acompañado.
Los hermanos Wooten, con Victor al frente, ofrecieron una actuación que combinó técnica, experiencia y una naturalidad que solo tienen quienes han pasado toda una vida tocando juntos. Victor siempre ha sido uno de mis bajistas favoritos, no únicamente por lo que hace con las manos, sino por cómo entiende el ritmo, la enseñanza y el propio lenguaje musical. Verle tan cerca después de tanto tiempo siguiéndole desde casa fue una experiencia que tenía pendiente.

El concierto tuvo un añadido muy valioso. Sus hermanos, también figuras esenciales en la historia de la música estadounidense, aportaron un carácter y una identidad propia que se notaban en cada intervención. No todos los días se reúne en un mismo escenario a músicos que han participado en los primeros discos de Whitney Houston y que acumulan tantos premios y tantos años de oficio.
La propuesta mezcló virtuosismo con un enfoque más groovero y accesible. Cada uno de ellos tiene una forma distinta de tocar y de presentarse ante el público, y esa diversidad aportó frescura y un punto lúdico que hizo que el concierto fuese muy dinámico. Hubo medleys, algunas versiones muy bien llevadas y un viaje sonoro que pasaba del jazz al funk y, en determinados momentos, a un clima casi psicodélico.

Si soy sincero, lo que realmente me marcó no fue el repertorio, sino la oportunidad de ver de cerca a músicos que han formado parte de mi vida musical desde hace años. Esa sensación de cerrar una etapa pendiente es tan valiosa como el propio concierto.
Salí con la certeza de haber vivido algo significativo. No fue una noche perfecta, pero sí una de esas que te recuerdan por qué la música en directo sigue siendo irreemplazable.




















