Mad Cool 2025: cuando un “bueno, vamos” se convierte en uno de los mayores aciertos del verano

por | Jul 16, 2025

Hay decisiones que parecen pequeñas en su momento, pero luego te das cuenta de que te cambiaron el verano. Así fue nuestro Mad Cool 2025. En principio, no íbamos a ir. El cartel no nos llamaba demasiado la atención, y teníamos ya demasiados festivales marcados en rojo. Pero entonces llegó ese “bendito” anuncio: Kings of Leon fuera. Muse dentro.
Y claro… Muse es nuestra banda favorita del planeta. Así que nos miramos, respiramos hondo y dijimos: “Vamos. Y qué bien hicimos”.

Al final, un cartel que en un primer vistazo no nos seducía nada, acabó regalándonos tres días muy disfrutables, con más de una sorpresa (algunas tan bestias como NIN, que nos llevamos tatuadas de por vida).

Fotos: Instagram Mad Cool

JUEVES: MUSE, Y YA ESTÁ (para nosotros)

El jueves era “el día Muse”. Así, en mayúsculas. Hasta el último minuto dudamos si verlos desde lejos, por eso de que ya les hemos visto seis veces y que igual era momento de dejar las primeras filas a las nuevas generaciones. Mentira. No pudimos.

Llegamos desde primera hora y el estreno del festival fue con Lavin, una banda local que abría una de las carpas. Nos flipó su actitud, su entrega, su directo. Pero el sonido fue tan malo que no aguantamos todo el concierto. Y no fue cosa de ellos: las carpas del Mad Cool tienen un problema serio de sonido, especialmente con bandas que tiran de rock sucio o punk. La historia se repetiría en más de una ocasión.

En el escenario principal vimos a Gracie Abrams, que tuvo que parar unos veinte minutos por problemas técnicos. Pese al corte, demostró ser un amor: se bajó con su guitarra a tocar con el público. Solo le oían los de primera fila, pero fue un gesto precioso.

Iggy Pop no lo vimos porque le tenemos la semana siguiente en el Rockland Fest, pero nos contaron que también tuvo sus líos de sonido.

Y entonces, sobre las 21:00, nos fuimos a hacer dos horas de cola para coger segunda fila para Muse. ¿Exagerado? En absoluto. Lo volveríamos a hacer cada día de nuestras vidas.

Y vaya si valió la pena. Arrancaron con Unravelling, su tema más reciente (y el único que no nos sabíamos), y desde el primer acorde distorsionado de Bellamy, ya sabíamos lo que venía: un concierto ensordecedor, potentísimo, con el trío convertido en apisonadora (más un músico de apoyo). Muse es otro planeta. Acabamos sudados, agotados y extasiados. Ese día, para nosotros, ya estaba más que cerrado.

Desde aquel Festimad 2001 en el que les descubrimos, lo tenemos claro: Muse es el mejor directo del mundo. Y este concierto solo lo confirma.

VIERNES: ¿DÍA RANDOM? JORNADÓN

El viernes era, en teoría, un día “de probar cosas”. Nada fijo en la ruta, sin grandes expectativas. Y fue de lo mejor del festival.

  • Nine Inch Nails. No. Nunca les habíamos escuchado (sí, podéis apedrearnos). Pero lo que vivimos en ese escenario fue una experiencia religiosa. No solo el sonido, no solo la brutalidad. El plano secuencia del cámara en el escenario para las pantallas fue cine en directo.
    La mejor realización de un concierto que hemos visto jamás. Y de los mejores directos del planeta rock sin lugar a dudas.
  • Alanis Morissette, el concierto más petado del día. Y con razón. Lo de Alanis es nivel 10. Carisma, fuerza, conexión. Uno de esos conciertos que te reconcilian con el mundo. Raro Alanis en el escenario 2 y Jet en el principal.
  • Kaiser Chiefs, el fiestón inesperado. Tener un frontman que se deja la piel, que lo vive, que conecta, marca toda la diferencia.
  • Jet, potencia y sonido impecable… pero frialdad total. Nos dejaron fríos. Técnicamente brutales, emocionalmente planos.
  • Benson Boone, la sorpresa que ya conocíamos. Nos enamoró en el FIB hace tres años, luego empezó a darnos un poco de rabia porque parecía que se le subía. Pero no. Es una bestia y más majo que las pesetas. Voz escandalosa. Pura estrella para las radios.

Y así, un viernes que pintaba random, se convirtió en uno de los días más disfrutones que hemos vivido en años en este festival.

SÁBADO: SUBIDONES, DECEPCIONES Y CIERRE LUMINOSO

El sábado fue el día más flojo, al menos para nosotros.

La gran sorpresa llegó con The Teskey Brothers, en el escenario principal. Su mezcla de blues, soul, country y folk, con sección de vientos incluida, fue un bálsamo. Una voz adictiva, un sonido cálido, y una sensación de “esto sí” que nos duró todo el concierto.

Nos fuimos pronto al escenario de St. Vincent, porque sabíamos que ese concierto lo queríamos vivir bien cerca. Y no decepcionó.
Rock sucio, teatralidad, art pop, magnetismo escénico. St. Vincent fue un espectáculo de principio a fin. Única. Brillante. Intensísima.

En cambio, 30 Seconds to Mars… no. No conectamos. No nos gustan especialmente, así que tampoco íbamos con muchas ganas. Pero es que lo de Jared Leto fue más un mitin ególatra que un concierto. Demasiado show vacío, demasiada palabrería. Y veinte minutos perdidos entre subir gente al escenario a hacerse selfies y hacerles saltar. No nos va.

El plato fuerte del día era Olivia Rodrigo, y ahí sí que notamos el cambio generacional.
Una estrella absoluta a los 22 años. No nos pareció que tuviera una voz especialmente buena ni canciones especialmente elaboradas, pero entendemos por qué conecta.
Una Avril Lavigne para la Gen Z, con temas muy personales, actitud y un directo que mezcla dulzura y rabia. Nos pareció curioso que no se solapara con ninguna otra actuación potente, más allá de un DJ en el Loop Stage. Eso sí: tirón absoluto entre los más jóvenes y otros tantos no tan jóvenes. Acierto absoluto para el festival, aunque no nos gustase mucho.

Y cerramos el Mad Cool 2025 con Justice, en el escenario 2.
Sonido demoledor, set sólido, una sesión algo monótona pero con momentos brillantes.
La puesta en escena de luces fue una locura. Qué manera de cerrar.

¿Y EN CONJUNTO?

Puede que este Mad Cool no pase a la historia por su cartel, pero para nosotros sí pasará. Porque ver a Muse por séptima vez y descubrir por primera vez a Nine Inch Nails en directo ya hace que todo merezca la pena.

Y aunque el festival siga teniendo problemas estructurales (el sonido de las carpas es un drama), musicalmente ha estado por encima de lo que esperábamos.

La línea está clara: mezclar nostalgia de los 40-50 con estímulos para los 15-30. Y si sigue así, igual el año que viene también caemos… aunque no lo tuviéramos planeado.

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