Entre tradiciones y modernidad, el dúo maliense conquistó La Riviera en una noche íntima y poderosa.

Crónica y fotografías: Kenyi Yoshino (Territorio Music)

Hay conciertos que te llegan sin que los planees, casi como un golpe de suerte, y eso fue lo que ocurrió cuando me recomendaron asistir al concierto de Amadou & Mariam. Sin haberlos escuchado antes, y gracias al entusiasmo de una fotógrafa de nuestra revista, decidí escucharles. Y después de escucharles, sin duda decidí ir al bolo. Lo que encontré fue pura magia. La conexión fue inmediata, y me di cuenta de que no había sido solo un concierto; había sido una noche para adentrarse en la esencia musical de Malí, un paseo inesperado entre ritmos que destilan tradición y sonidos que sorprenden por su modernidad.

La Riviera, con un aforo que esta vez no llegaba ni a las mil personas, ofreció el ambiente perfecto para este encuentro íntimo, cálido y, al mismo tiempo, potente.
Desde el primer acorde, Amadou & Mariam nos llevaron de la mano por los ritmos y sonidos de Malí. Fue como recorrer la paleta completa de la música de su país, desde melodías y armonías tradicionales que parecían sacadas de un rincón del Sahel hasta riffs de guitarra rockera, toques de jazz y efectos electrónicos que le daban un toque sorprendente y fresco. No había límites en su propuesta: lo mismo jugaban con sintetizadores que nos llevaban a un trance moderno, que recuperaban el ritmo base de su tierra, que no perdieron ni un momento. El resultado era una mezcla tan exquisita que uno no sabía si estaba en una celebración o en una explosión creativa, pero en ambas situaciones lo único que se podía hacer era dejarse llevar.

Los detalles especiales de la noche se sucedieron sin pausa. Al finalizar la primera canción, pidieron un minuto de silencio en honor a las víctimas de la reciente DANA, un gesto de respeto y sensibilidad que emocionó a todos. Fue uno de esos momentos que recuerdan la humanidad de los artistas, y la sala respondió con un silencio absoluto y solemne, una pausa de unidad antes de sumergirnos de nuevo en la música. La empatía de los presentes quedó aún más evidente al aplaudir y gritar al compás de cada tema, conscientes de que Amadou y Mariam, ambos artistas ciegos, reciben y perciben esa conexión desde la energía de la audiencia.

«Hay noches en las que la música no solo se escucha; se convierte en una conversación que el alma entiende.»

A medida que avanzaba el concierto, la atmósfera en La Riviera se sentía cada vez más eléctrica, y no solo por la música. Había un aire de celebración, de agradecimiento mutuo. El público, compuesto por una variedad de edades y orígenes, parecía entender que estaba asistiendo a algo único: no solo una ventana a la música de África Occidental, sino una propuesta tan diversa y atrevida que no podía dejar indiferente a nadie. En cada tema, Amadou y Mariam demostraban que su estilo no se conforma con etiquetas, sino que se atreve a mezclarlo todo, llevando al público desde un ritmo ancestral hasta un beat futurista con la misma naturalidad con la que uno respira.

Un aspecto que quiero recalcar antes de terminar esta crónica es el crecimiento y la calidad de la programación de conciertos en Madrid, un esfuerzo que permite que cada temporada haya joyas como esta en la ciudad. La Riviera, esta noche, era más que un lugar de conciertos: era un espacio donde Madrid y Malí se unían en una especie de comunión musical. Y sí, fue inevitable pensar en África como un lugar de origen, un referente que merece el viva y el aplauso que resonaron en toda la sala. Fue un final de semana que quedará grabado, no solo por la calidad musical, sino por la oportunidad de conectar con otra cultura de una manera tan cercana y enriquecedora.

Salir de la sala aquella noche era como volver de un viaje, y sin duda uno de esos viajes que sabes que volverás a emprender en cuanto tengas la oportunidad. No todos los días la música tiene el poder de transportar a otra realidad, y Amadou & Mariam lograron hacerlo con su autenticidad y su energía. En noches como esta, es cuando la música se convierte en puente, en celebración, en un canto de unidad.

Gracias, Amadou y Mariam, por regalarnos una noche que, aunque fue de medio aforo, se sintió como un lleno total en el corazón.

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