Entre el susurro de un poema y la caricia de una canción, Flores para Tristia ha construido un universo propio donde la música abraza la palabra, la emoción y el silencio. Con una trayectoria marcada por la sensibilidad poética, la experimentación sonora y un directo que trasciende géneros y disciplinas, el grupo afincado en Madrid nos invita a mirar hacia dentro con su nuevo trabajo “Los niños también lloran”. Hablamos con ellos sobre su origen, su proceso creativo, sus rituales y ese puente invisible que tienden entre lo íntimo y lo colectivo.

Empezamos por el nombre: Flores para Tristia suena poético y enigmático. ¿Cuál es la historia detrás de él?
Flores para Tristia significa «flores para los tristes» o «para las tristezas». Iba a ser el título del primer disco de Tres Tristes, el primer proyecto que tuvimos juntos Cristian, Adrián y yo (Diego del Fresno), y que nunca vio la luz.
Y desde ese primer germen, ha florecido un proyecto muy singular que habláis de forma muy personal. Mencionáis el término «poesía sonora», aunque también os sentís cómodos con eso de «música medicina». ¿Cómo definiríais ese concepto con vuestras propias palabras?
A nosotros nos gusta más llamarlo «Música Medicina» como dice Dani, nuestro batería, pero quizás lo más singular de nuestro proyecto sea nuestra sensibilidad poética sí. Creemos que las palabras tienen un poder gigante. Especialmente en forma de canción.
Y precisamente hablando de sensibilidad, vuestros directos combinan elementos que van mucho más allá de lo musical. ¿Qué lugar ocupa para vosotros esa experiencia escénica total donde conviven música, danza, literatura o incluso el humor?
Antes, tal vez por inseguridad, sentíamos la necesidad de hacer muchas cosas, demasiadas cosas, contar chistes, por ejemplo, creíamos que las canciones no eran suficiente. Pero en estos momentos el proyecto está evolucionando hacia algo diferente, más sincero, más minimalista… Las canciones son las verdaderas protagonistas del espectáculo.
Esa evolución hacia lo esencial también se nota en lo que transmitís. Hay una conexión muy potente con lo simbólico, lo ritual, lo introspectivo… ¿Qué temas os atraviesan o incluso os obsesionan cuando os ponéis a crear?
«A esta velocidad siento que todo se puede romper en cualquier momento, por eso te beso despacito y me agarro fuerte a cada pequeña brizna de luz que encuentro. Todo es tan contradictorio, tan absurdo, tan bonito… Ojalá y fuera infinito» dice una de las canciones en la que estamos trabajando ahora. Creo que resume muy bien el momento en el que nos encontramos. La ansiedad, el paso del tiempo, el miedo, el amor, la belleza, los milagros, los privilegios… «Esas pequeñas cosas como tú que me hacen creer que todavía hay mucho por hacer, que no todo está perdido».

Y en ese camino emocional tan profundo, la palabra parece tener un lugar central. En vuestros temas no solo se canta, también se recita. ¿Qué papel juega la palabra en vuestro universo sonoro?
«Al igual que para llegar al corazón de la tortuga es necesario a travesar su caparazón, para llegar a nuestro corazón es necesario a travesar nuestros miedos y eso solamente puede hacerse de tres formas: con los cuchillos, con los besos o con las palabras» dice Diego, voz y compositor de la banda.
La palabra es el principio de casi todas nuestras canciones. Siempre hay un mensaje, una emoción o una reflexión detrás de cada una de ellas. Nuestro mayor desafío es encontrar su forma musical.
De hecho, da la sensación de que en vuestra música también hay una búsqueda de raíz, de conexión con lo ancestral. ¿De dónde viene esa pulsión y cómo la materializáis en vuestros temas?
Somos parte de una generación nacida en la grieta entre dos mundos: Un mundo físico, orgánico y natural, y otro digital, algorítmico, artificial… Cuánto más se ensancha esa grieta, observa Diego, mayor es nuestro vacío y mayor es nuestra responsabilidad como generación. A veces pienso que nuestra misión es convertirnos en puente entre esos dos mundos.
Y entre esos mundos que mencionáis también transita vuestra música, con influencias que van del ambient al flamenco o el spoken word. ¿Cómo lográis trabajar esa mezcla sin perder identidad?
Si algo hemos hecho bien es equivocarnos. Por eso siempre decimos que nuestros errores son nuestro tesoro. Nuestra identidad está todavía en construcción. Experimentar ha sido una buena forma de descubrirnos. Pero creo que ahora, desde que Adri al bajo y Dani a la batería se han incorporado al proyecto, empezamos a intuir lo que queremos ser musicalmente. Lo mejor de FPT está por venir.

Con esa apertura al error como camino, el proceso creativo debe de ser muy especial. ¿Cómo nacen vuestras canciones? ¿Desde un poema, desde una atmósfera, desde un ritmo…?
Últimamente todas las canciones comienzan en casa. Encuentro un ritmo que me gusta o una instrumental que me emociona y escribo sobre ella. La mayoría de las veces comienzo a escribir a partir de un poema. Empiezo a improvisar y a adaptarlo metricamente hasta convertirlo en canción. Después se lo enseño a los chicos, es un momento muy especial para mí. Luego, en el local en el que ensayamos, lo reinterpretamos entre todos sin que pierda su esencia original, cada uno pone un poquito de su personalidad a través de su instrumento hasta que encontramos su forma final. Es un proceso nuevo para nosotros, un proceso precioso, pero lento y artesanal. A mí me gusta decir que «vamos despacio porque vamos profundo».
Y además de la música, cuidáis muchísimo lo visual, tanto en los vídeos como en redes. ¿Cómo planteáis esa estética con los medios que tenéis?
Con poco presupuesto y mucho cariño. Como nunca hemos tenido grandes medios, hemos aprendido a diferenciar las ideas posibles de las imposibles y hemos hecho realidad algunas que hubieran sido imposibles también sin la ayuda de muchos amigos.
Sin ellos, especial agradecimiento a nuestro querido Raúl Tirado, no hubiéramos podido desarrollar ideas estéticamente ambiciosas como «Las Espinas», nominado a mejor videoclip dentro del Certamen Internacional de Cortos de Soria 2024.
Entre tantos temas, si tuvierais que recomendar uno solo para entender la esencia de Flores para Tristia, ¿cuál sería y por qué?
Para nuestros amigos sería «Ohmamma: Frágiles, pero Invencibles». Creo que nos representa bien porque es una canción exigente con el oyente. No es una canción de ducha, no es una canción fácil de escuchar, exije un espacio de silencio o de calma y una escucha activa. Si tú le concedes eso, si superas el primer esfuerzo que supone enfrentarte a una canción así, ella te devuelve una reflexión bonita que se siente como un abrazo largo y suave.
Y esa reflexión también se traslada a lo que transmitís en directo. ¿Qué os gustaría que sintiera el público tras escucharos o veros en vivo?
A mí me gustaría que olvidarán por un ratito el mundo que dejan fuera y que conectarán con el mundo que hay dentro de ellos, que sientan agradecimiento y esperanza porque la vida es «a veces maravillosamente horrible y a veces horriblemente maravillosa». Casi todas nuestras canciones son un intento de recordarnos esto una y otra vez.
Para terminar, ¿qué viene ahora? ¿Hay nuevo material en camino?
Llevamos meses trabajando en nuestro primer disco de larga duración. Se llamará Las Pequeñas Cosas. Será un disco orgánico y sincero, con las mejores canciones que hemos hecho hasta ahora. Verá la luz a principios de 2026.
