Sería demasiado atrevido decir que la escena underground en Francia es de las mejores del mundo (aunque lo pienso), pero lo que sí afirmo con seguridad es que es de las que más alcance internacional tienen. Y anoche, en La Riviera de Madrid, fuimos testigos de por qué. El trío de DJs y productores Chinese Man trajo su propuesta inclasificable y explosiva a la capital, y aunque era miércoles y la sala no llegó a llenarse, la energía que se desató fue la de un festival en pleno apogeo.
Lo de estos tipos es una lección magistral de cómo fusionar sonidos sin perder identidad. Su directo es una experiencia en la que el electro-swing, el hip-hop, el dub y la electrónica conviven en perfecta armonía. Cada tema se construye como un collage sonoro donde los scratches, los samples y las bases con potencia cinematográfica se ensamblan con una precisión quirúrgica. Y si a esto le sumamos un trío de vientos y dos MCs demoledores, el resultado es un huracán musical que no da tregua.

El concierto arrancó con una intensidad arrolladora, sin espacio para el calentamiento. Desde los primeros minutos, la atmósfera se impregnó de esa estética tan propia de Chinese Man: una combinación de ritmos rotos, bajos contundentes y una selección de samples que parecen sacados de una película de culto. Los visuales, sincronizados a la perfección, sumaban una capa extra a la experiencia, transportando a la audiencia por paisajes retrofuturistas y referencias cinematográficas que encajaban con la narrativa de cada tema.
Los MCs llevaron el show a otro nivel. No solo dominaban el escenario con su presencia, sino que supieron leer a la perfección la energía de la sala, alternando entre momentos de puro desenfreno y otros donde el groove invitaba a dejarse llevar con calma. Cada intervención de los vientos sumaba matices orgánicos a la mezcla, recordándonos que, aunque el show tenga una base electrónica, el alma es 100% musical.

La respuesta del público fue una demostración de fidelidad absoluta. No era una multitud cualquiera, era gente que conocía cada cambio de ritmo, cada sample, cada drop que estaba por llegar. Hubo momentos en los que La Riviera se convirtió en una pista de baile imparable, con el suelo vibrando al compás de los bajos, y otros en los que el espectáculo visual y sonoro alcanzó tal nivel que lo único que podías hacer era quedarte quieto, dejar que todo te atravesara y disfrutar del viaje.
El cierre del concierto fue de los que dejan huella. Chinese Man se despedía entre aplausos ensordecedores, con la certeza de que habían convertido un miércoles cualquiera en una noche mágica para los que estuvimos allí. Y si alguien todavía dudaba de por qué la escena underground francesa es tan influyente, anoche tuvimos exhibición magistral.
Nadie que ame la música underground debería perderse a Chinese Man en vivo. Clase mundial.






