La noche del sábado, Madrid vibró con la magia de un clásico. Enlace Funk, en su incansable labor de nutrir y elevar la escena, organizó un homenaje tan respetuoso como emocionante al álbum “Voodoo” de D’Angelo, justo cuando se cumplen 25 años de su lanzamiento. Un disco que, en su momento, redefinió el soul contemporáneo, desdibujando las fronteras con el funk, el jazz, el R&B y el hip hop, y que anoche recobró vida ante un público totalmente emocionado.

Desde que empezó a sonar “Playa Playa”, el hechizo fue inmediato. La banda, compuesta por algunos de los más talentosos músicos de la escena madrileña, atacó cada tema con una mezcla exacta de fidelidad y libertad, sin perder la esencia de ese groove roto, casi flotante, que hace de «Voodoo» una obra tan singular. La voz de Génesis de Jesús, sensual y poderosa, fue el hilo conductor perfecto de esta ceremonia sonora. Tiene algo que hipnotiza. Algo en su timbre, en su presencia arrolladora. Como me dijo el gran Jay Rastaino al salir del concierto, “si alguien podía enfrentarse a este repertorio, era él”. Y lo hizo no solo con solvencia, sino con un magnetismo muy fuera de lo común.
«Homenajear un disco así no es tarea fácil, pero anoche no solo lo lograron: lo hicieron carne, sudor y groove en cada rincón de la sala.»
Hubo momentos para dejarse llevar con los ojos cerrados y otros para abrirlos bien y contemplar lo que pasaba sobre el escenario: una selección de músicos de primer nivel, fluyendo con una complicidad que solo puede surgir del respeto absoluto por lo que están interpretando. Porque homenajear un disco así no es tarea fácil. “Voodoo” no es solo un álbum, es una atmósfera. Y anoche se respiraba. En cada ritmo de guitarra, en cada contratiempo de batería, en los coros fantasmales, en ese bajo que parece caminar por el borde de un abismo funk.

Todo bajo la organización y pasión de Miguel Ángel Sutil, el alma de Enlace Funk, cuyo trabajo para mantener vivo y vibrante el legado de la música negra en Madrid es sencillamente impagable. Gracias a su visión, anoche no sólo se rindió tributo a un álbum icónico, sino que se vivió una experiencia colectiva, de esas que se quedan grabadas.
Y es que ver a Génesis en el escenario, con ese poderío vocal y ese atractivo físico que es imposible ignorar, haciendo suyos temas como “Spanish Joint” o “Africa”, es algo que trasciende lo musical. Es presencia, es arte, es fuego. No había bragas que tirar, pero ganas no faltaron.

La sensación que queda al final es la de haber asistido a algo irrepetible. Una de esas noches que no se pueden replicar, por mucho que se intente. Porque se alinearon todos los astros: la música, el talento, el respeto, la pasión, el público y, sobre todo, el amor por un disco que marcó un antes y un después en la historia del soul moderno. Afortunados, muy afortunados los que estuvimos ahí.







