Hablar de Lenny Kravitz es hablar de un artista que parece fuera del tiempo. Un tipo que destila carisma, virtuosismo y una estética que es puro fuego. No sigue tendencias, las impone. Es el puente entre el rock clásico de los 70 y la modernidad del siglo XXI, con una maestría que pocos pueden igualar. Guitarrista, cantante, compositor, productor y, sobre todo, un devoto de la música analógica, Kravitz no solo ha sabido mantener vivo el espíritu de Hendrix, Prince y los Stones, sino que lo ha convertido en su propio lenguaje.
El sonido de Kravitz es más que nostalgia, es una declaración de principios
Desde que en 1989 irrumpió con Let Love Rule, quedó claro que Lenny no iba a ser una moda pasajera. Mientras el mundo abrazaba el pop sintético y el hair metal, él nos devolvía la crudeza del rock, el alma del soul y la psicodelia de los 60. Con una Gibson Flying V o una Les Paul en sus manos, su sonido es puro músculo, con riffs pesados, grooves irresistibles y una producción que huele a válvulas calientes y cintas de grabación.
Escuchar un disco de Lenny Kravitz es como abrir un cofre lleno de referencias. Are You Gonna Go My Way (1993) es puro rock incendiario con un riff que parece sacado de un templo sagrado del género. Mama Said (1991) es un homenaje al soul de Marvin Gaye, con su vulnerabilidad y elegancia. Y cuando llegó 5 (1998), con la explosión de Fly Away, demostró que también podía conquistar el mainstream sin perder un ápice de autenticidad.

Un guitarrista con groove, garra y distorsión orgánica
Lenny no es un guitarrista que busque el virtuosismo por el virtuosismo. Su magia está en la pegada de su rítmica, en cómo hace que cada nota cuente. Sus riffs son pura actitud, sucio cuando tiene que serlo, pero con una sensibilidad funk que lo conecta directamente con Prince o Nile Rodgers. Escucha Always on the Run, donde Slash (sí, Slash) mete un riff demoledor, pero Kravitz lo envuelve en una producción cruda y brutal. O Believe, donde demuestra que también puede ser épico y melódico sin perder fuerza.
Su amor por lo analógico lo lleva a grabar con equipos vintage, usando amplificadores Marshall y Fender de época, logrando un sonido cálido, crujiente y envolvente. Nada de sobreproducción digital. Kravitz es de los que prefiere dejar los errores y la suciedad en la mezcla, porque ahí es donde vive la verdadera esencia del rock.
Un compositor que juega con el retro y el futuro
Lenny no se conforma con ser un rockero de manual. Su discografía está llena de experimentos y fusiones. Puede pasar del soul más puro en It Ain’t Over ‘Til It’s Over al rock garajero en Where Are We Runnin’?, del funk hipnótico en American Woman (sí, su versión es tan brutal que casi se adueña de la canción) a la melancolía acústica de I’ll Be Waiting.
Uno de sus mayores talentos es su capacidad de tocar todos los instrumentos en muchos de sus discos. En Circus (1995) y Lenny (2001), por ejemplo, se encargó de casi todo, demostrando que es mucho más que un frontman con buena imagen. Es un obsesivo de la producción, alguien que entiende el sonido en su totalidad, desde la batería hasta el más mínimo detalle del bajo.

Lenny en el siglo XXI sigue imparable
Si alguien pensó que Lenny Kravitz iba a diluirse con el paso de los años, se equivocó de cabo a rabo. Su energía sigue intacta. Raise Vibration (2018) es prueba de que sigue explorando sonidos, con una frescura y una fuerza que ya quisieran muchos de los nuevos rockeros. Temas como Low muestran su amor eterno por el groove, mientras que Here to Love nos recuerda que, en el fondo, sigue siendo un idealista que cree en el poder redentor de la música.
En directo, Kravitz sigue siendo un espectáculo. Su banda es de las más sólidas del rock actual, con una química brutal y un despliegue de energía que convierte cada concierto en un ritual. Su capacidad para conectar con el público, su dominio del escenario y su entrega total lo mantienen en la liga de los grandes.
El rock tiene alma y se llama Lenny Kravitz
Pocos artistas han sabido mantener la esencia del rock clásico sin sonar a copia o a nostalgia barata. Lenny Kravitz ha logrado ser un referente por derecho propio, combinando la elegancia del soul, la rabia del hard rock y la sofisticación del funk. Su música no envejece, porque es atemporal. Su sonido no es solo una carta de amor a las leyendas del pasado, sino una demostración de que el rock sigue vivo mientras haya artistas con su pasión y autenticidad. Si el rock es un viaje, Lenny Kravitz es su mejor piloto.