10 años de Inverfest y 10 años desde que salió el primer disco de los Zigarros: La potencia del rock fusionándose con la evolución sonora.

Para muchos de nosotros, Los Zigarros son más que una banda: son una parte esencial de nuestra historia musical. Personalmente, los descubrí con su primer disco, una obra maestra que ha envejecido como un buen vino. Diez años han pasado desde entonces, y la pasión que siento por su música solo ha crecido con el tiempo.

El frío de enero no fue rival para la calidez que se vivió en The Music Station Príncipe Pío el pasado 11 de enero.

El primero de dos conciertos de Los Zigarros en el marco del ciclo Inverfest, celebrando su décimo aniversario, fue más que un evento. Fue un viaje a través de la historia de una banda que se ha convertido en un pilar fundamental en la escena musical. Desde los primeros acordes hasta el último eco, la noche fue un testimonio de la evolución y la devoción de Los Zigarros y sus seguidores.

La banda, compuesta por los hermanos Tormo (Ovidi y Álvaro), Adrián Ribes y Nacho Tamarit, demostró estar en la cima de su juego. Desde el momento en que salieron al escenario, la sincronización entre los cuatro músicos era evidente. Se nota que disfrutan cada concierto, cada momento de conexión entre ellos y con todos y cada uno de nosotros. 

A lo largo de los años, he tenido el privilegio de presenciar su evolución en el escenario. Su sonido en vivo ha madurado, sin perder un ápice de la fuerza que los caracteriza. Esta vez, introdujeron el teclado en su repertorio, y fue una adición sorprendente. La primera vez que los veo con teclado en vivo, y fue una auténtica bomba que añadió una capa adicional de profundidad a su música.

El concierto se abrió con «Rock Rápido«, mi canción favorita del último álbum, el cuál escucho desde hoy (y cuando después de un concierto te apetece escuchar cosas que no conoces de ese grupo, lo dice todo).

Desde ese momento, la energía en el recinto no hizo más que crecer. La audiencia, compuesta por muchos seguidores conquistados por aquel primer album homónimo, y aquellos que se sumergían por primera vez en el universo de Los Zigarros, se entregó por completo al torrente de emociones que fluía desde el escenario.

Uno de los momentos más emocionantes para un servidor, como en todos sus conciertos, fue cuando empezaron a tocar «Disparame«. Esa canción que te golpea desde el primer acorde. No hay palabras para describir la experiencia de escucharla en vivo: una mezcla de la potencia de AC/DC y la singularidad de Los Zigarros. Brutal, sin duda.

Reconozco que conozco de memoria todos sus himnos: «Disparame», «Hablar hablar hablar», «A todo que sí», «Dentro de la ley»… Todos sonaron con la intensidad y la pasión que solo Los Zigarros pueden ofrecer.
Sin embargo, mi desconocimiento de su último disco, «Acantilados«, fue una oportunidad emocionante de descubrir nueva música en el momento.

Como la música de Los Zigarros, el amor debería ser una explosión de emociones, una mezcla de potencia y sutileza que deja una huella imborrable en el corazón.

La noche culminó con la sensación de haber vivido algo más que un concierto.
Fue una experiencia catártica, un viaje a través de los éxitos atemporales y las nuevas fronteras musicales exploradas por Los Zigarros

Afortunados los que van a ir esta noche a presenciar el segundo show.
Son las 19:42 mientras escribo estas líneas, así que ya habrá gente allí tomándose la primera cerveza y pagando los 6€ que cuesta dejar la mochila ó los 4€ que cuesta dejar el abrigo en el ropero del Music Station ;).

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