Hace unos días tuvimos la suerte de vivir uno de esos días que sabes que no vas a olvidar fácilmente. De sol a sol en Tempo Club, en plena primera edición del Mad for Funk Festival, un encuentro de bandas que no solo se presentaba como una buena excusa para disfrutar de música en directo, sino como una declaración de intenciones: apostar por la escena local, dar visibilidad al talento nacional, y aportar su granito de arena para poner al funk y al soul en el lugar que merecen.
Ya íbamos con los deberes hechos sabiendo que The Groove Family y Eme Eme Project estaban en el cartel. Y es que a estos dos proyectos los hemos visto ya varias veces y, honestamente, no entendemos cómo alguien puede cansarse. Es más: cada vez que les vemos, nos gustan más.
The Groove Family tiene esa magia del funk de raíz, de la escuela clásica, esa que se siente en la tripa. Y Eme Eme Project, por su parte, te lleva a otra dimensión con su jazz-soul elegante, de factura moderna y toques exquisitos. Ver a Marta Mansilla soplar su flauta como si estuviera pintando el aire es una experiencia que hay que vivir al menos una vez. Como mínimo.

Pero el festival fue mucho más que sus nombres conocidos para nosotros. Lo realmente bonito —y lo más difícil de conseguir— es salir de un evento así con una lista enorme de nuevos artistas a los que seguir la pista. Y eso pasó. Faye Nikita , representando Canarias y a su banda Rebel Free Souls, tomó el escenario sola. Bastaron unos minutos para tenernos con la mandíbula por los suelos. Su voz es una de esas cosas que no se olvidan. Las miradas cómplices de incredulidad entre los asistentes lo decían todo: estábamos presenciando una voz TREMENDA.
«Cuando la escena local brilla, no es por casualidad. Es porque hay propuestas que nacen por encenderla con música de verdad.»
También descubrimos en directo a Yael Levi y Aciz, dos nombres que ya nos sonaban por redes, pero que en vivo se convierten en otra cosa. Esa es la diferencia entre un artista bueno y uno que simplemente suena bien: cuando les ves, todo se multiplica. Presencia, fuerza, conexión. Pura verdad.
Otra de las grandes sorpresas fue Drunk in Palace, una propuesta arriesgada, muy visual, muy difícil de ejecutar tanto en lo sonoro como en lo escénico. Pero lo hicieron. Y vaya si lo hicieron. Guitarra artesanal, una estética potente y una identidad propia que no se parece a nada. De esas cosas que te hacen sentir que estás viendo algo original y sin tapujos, cosa que parece cada vez más difícil.

Y luego están esas bandas que, aunque no pillen el día más redondo, notas perfectamente el potencial que tienen. Nos pasó con Eivol, una formación femenina que se desenvuelve con una frescura arrolladora. Nos comentaron que no tuvieron su mejor noche, pero aun así, lo que vimos fue más que suficiente para querer repetir y con la banda al completo, vientos y toda la pesca.
Por último, aunque solo pudimos ver un par de temas de Dan Rain, bastaron para notar que ahí hay madera. Joven talento, voz adictiva, y esa chispa que no se enseña, se tiene o no se tiene. Y él, desde luego, la tiene.

No queremos sonar dramáticos, pero vamos a hacerlo: si no apoyamos este tipo de iniciativas, estamos dejando morir lo más valioso que tiene la música. No hablamos solo de entretenimiento, hablamos de cultura, de comunidad, de dar vida a una escena que merece mucho más foco del que recibe.
Mad for Funk ha sido uno de los días más enriquecedores de este 2025. Por calidad musical, por ambiente, por concepto. Y sobre todo, por futuro. Porque este festival, si sigue así, no ha hecho más que empezar.




