El segundo día del Resurrection Fest 2025 prometía ser una jornada cargada de emociones, y no defraudó. El sol de Viveiro volvió a brillar con fuerza desde primera hora, calentando los ánimos del público para lo que sería una de las fechas más esperadas de esta edición. Con una combinación de leyendas del metal, nombres emergentes y propuestas experimentales, el jueves 26 de junio quedará grabado como un día intenso, lleno de contrastes y momentos memorables.
La jornada arrancó con Killus, una de las primeras bandas en abrir fuego en el Ritual Stage. Los castellonenses demostraron por qué se han ganado un hueco dentro de la escena industrial metal nacional. Con una puesta en escena espectacular, maquillaje al más puro estilo horror y una ejecución impecable, ofrecieron un concierto que fue mucho más allá de la música. Todo el show estaba perfectamente coordinado, desde la iluminación hasta cada uno de los movimientos sobre las tablas. Una apertura de jornada que dejó claro que la energía iba a ser el denominador común del día.

Poco después llegaba uno de los nombres más esperados por el público joven: Stain The Canvas. Supieron conectar con sus seguidores desde el primer minuto, generando una atmósfera de entusiasmo y catarsis colectiva. El metalcore emocional y melódico del grupo fue recibido con entusiasmo por una audiencia entregada. El vocalista, visiblemente emocionado, agradeció varias veces el calor del público español, y no es para menos: cada breakdown, cada estribillo fue coreado con intensidad, y los pogos no tardaron en activarse.

Más tarde, en el Ritual Stage, los californianos Death Angel ofrecieron una clase magistral de thrash metal. Con décadas de historia a sus espaldas, la banda demostró que sigue en plena forma. El sonido fue de una calidad sobresaliente, con una mezcla nítida y potente que permitió disfrutar cada riff, cada cambio de ritmo y cada solo con total claridad. Mark Osegueda, carismático como siempre, mantuvo el ritmo alto durante todo el set, y logró que incluso los que no eran fans del thrash salieran con la cabeza bien agitada.

En un contraste estilístico marcado, Vowws subieron al escenario con su propuesta de rock electrónico y atmósferas sombrías. Su actuación fue más contenida, tranquila, pero no por ello menos efectiva. La sobriedad del dúo australiano aportó un momento de calma necesaria entre tanta potencia, sirviendo casi como una pausa introspectiva en el frenesí general del festival. Si bien no fue el concierto más vibrante del día, fue correcto y respetado por el público, que supo apreciar una propuesta diferente.

Uno de los nombres que más sorprendió fue Seven Hours After Violet, una de las bandas que dejó huella en el festival. Con un sonido post-hardcore moderno, pero lleno de matices emocionales y una interpretación entregada, se ganaron al público con facilidad. Su actuación fue de las más comentadas entre los asistentes, que destacaron su intensidad y capacidad para transmitir sentimientos. Sin duda, un nombre a seguir de cerca en los próximos años.

Si había una banda que llegaba al Resurrection Fest con ganas de arrasar, esa era Municipal Waste, y lo consiguieron. Su mezcla de thrash y crossover hardcore convirtió el Ritual Stage en un auténtico campo de batalla. Con una velocidad apabullante, un humor corrosivo y una actitud festiva, los de Richmond descargaron toda su artillería sin dar un respiro. El circle pit fue incesante y la conexión con el público, total. Fue una descarga eléctrica que revitalizó al festival entero.

Uno de los platos fuertes de la noche llegó con Till Lindemann, el icónico vocalista de Rammstein, que presentó su proyecto en solitario con un espectáculo que fue todo lo que se podía esperar: provocador, impactante y absolutamente llamativo. Desde el inicio, Lindemann dejó claro que venía a romper moldes. Arrojó pescado al público, se sumergió entre la audiencia mientras cantaba, y el batería no se quedó atrás, lanzando objetos y manteniendo una actitud tan salvaje como divertida. Más allá del show, el sonido fue contundente, y la propuesta, aunque polémica para algunos, se ganó al público mayoritariamente.

En el Desert Stage, El Altar Del Holocausto ofreció uno de los momentos más especiales de la jornada. La banda salmantina llenó por completo el escenario con su metal instrumental de corte litúrgico, combinando post-rock, doom y una escenografía religiosa que ya es marca de la casa. El público, respetuoso y entregado, disfrutó de un concierto casi ceremonial, de esos que se viven en silencio interior y se recuerdan con el alma.

Y entonces llegó el momento más esperado: Korn. Tras haber cancelado su actuación en 2022, la banda de Bakersfield era, sin duda, el gran reclamo del día. Y no defraudaron. Jonathan Davis y compañía ofrecieron un concierto demoledor, con un setlist que recorrió buena parte de su carrera, desde los himnos más clásicos hasta temas más recientes. El público coreó cada palabra, saltó, gritó y vivió una auténtica catarsis colectiva. Korn no solo cumplieron con las expectativas: las superaron con creces. Fue uno de esos conciertos que justifican por sí solos el precio de un abono.

Cerraron la jornada los alemanes Hämatom, que debutaban en el Resurrection Fest. Su mezcla de industrial metal y espectáculo teatral fue uno de los mejores cierres posibles. Con máscaras, coreografías y una energía arrolladora, lograron enganchar incluso a los que llegaban cansados del día. Fue una fiesta total, un broche perfecto para una jornada vibrante.

En resumen, el segundo día del Resurrection Fest 2025 fue una montaña rusa de emociones, estilos y potencias. De lo oscuro a lo caótico, de lo solemne a lo salvaje. Si alguien pensaba que el miércoles fue fuerte, el jueves vino a dejar claro que lo mejor aún estaba por llegar.









