Música con raíces de acero, Steel Pulse y el reggae que no caduca

May 21, 2025

Ver a Steel Pulse en directo nunca es una simple cita más en la agenda. Hay algo mágico en cada uno de sus conciertos, algo que te atrapa desde el primer «chaca» hasta el último, y eso se sintió a pleno pulmón en la Sala Mon, donde, a pesar de un sonido regulero, el poder del reggae nunca vaciló. El contexto era de celebración: 50 años de una carrera que, más allá de la música, representa una lucha constante por la libertad, la justicia y la conciencia social. Aquel lunes, un día de trabajo para la mayoría, se convirtió en un ritual vibrante donde 800 personas decidieron dejarse llevar por la fuerza de sus letras y su inconfundible sonido.

Fotos y crónica: Kenyi Yoshino


A los 68 años, David Hinds sigue siendo la cara visible y el alma de Steel Pulse. Su voz, una de las más icónicas del reggae, sigue resonando como un himno. A pesar de los años, la energía que emana sigue siendo pura juventud, esa que nunca se desgasta porque siempre tiene algo importante que decir. 

«Hay bandas que hacen historia y otras que la siguen escribiendo. Steel Pulse es de las segundas»

En cada palabra, en cada matiz de su voz, se percibe la carga de historia que lleva consigo, y cuando las luces se apagan y las primeras notas empiezan a sonar, todo cobra vida de nuevo. No es solo su presencia lo que marca la diferencia, sino la banda que le acompaña. Amlak Tafari, el bajista, mantiene ese groove imparable que tiene la capacidad de arrastrar a la gente. Su carisma es tan evidente que su bajo parece un llamado, una invitación a dejarse llevar sin reservas. 
Y los demás miembros no se quedan atrás: la banda en su conjunto es una máquina bien engrasada que fluye con una naturalidad y frescura que hace que cada uno de sus conciertos, incluso después de tantas décadas, se sienta único.

Y lo mejor es que el público no se detiene: a pesar de ser un lunes, la sala estaba llena. 800 personas, entregadas a la causa, disfrutando del reggae, de las vibras que solo una banda como esta sabe transmitir. Es increíble cómo una banda puede convocar a tanta gente en una noche cualquiera de la semana, y aún más cuando el género no es el más comercial. Eso habla de la conexión profunda que Steel Pulse tiene con su gente, de cómo su música sigue tocando corazones, sin importar el paso del tiempo.

Es curioso que, aunque muchos grupos suelen caer en la repetición de su setlist, Steel Pulse mantiene la frescura de su propuesta. Cada vez que les vemos, nos sorprenden con variaciones en el repertorio, manteniendo sus grandes clásicos pero también introduciendo nuevas sonoridades. Ese equilibrio entre lo viejo y lo nuevo es lo que les permite seguir vigentes, seguir emocionando. Pero entre sus clásicos, por supuesto, no faltaron himnos como “Your House”, “Don’t Shoot” o «Drug Squad». A pesar de la diferencia de tiempos y de públicos, esos temas siguen siendo los más coreados, aquellos que nos unen en un mismo canto.

Otra de las grandes armas de felicidad de la noche fue la sección de vientos. Tres músicos jóvenes, con una energía imparable y un virtuosismo increíble. Aunque su presencia no siempre fue tan notoria, en los momentos clave aportaron una frescura inusual a la banda. En sus solos se sentía la libertad del reggae, la improvisación que lo hace tan especial, como si pudieran ir hacia cualquier dirección pero siempre manteniendo la esencia intacta. Además, uno de ellos tocó la flauta, un instrumento que nunca deja de sorprender cuando se introduce en un género tan enraizado en el ritmo. Fue fascinante ver cómo tres músicos tan jóvenes lograron un nivel tan alto de compenetración con el resto de la banda. Su disfrute era palpable y se contagiaba a todo el público.

El guitarrista, como siempre, fue el complemento perfecto. Sus solos, que por momentos parecen robarse la atención, se integran de manera tan fluida en los pasajes más intensos de los temas, que lo que en principio parecía una exhibición de virtuosismo, termina siendo una parte integral de la historia que cuenta la canción. No es fácil meter solos tan bien en reggae, pero este tipo lo hace parecer sencillo. Y el teclista, esa figura que lleva años con ellos, también tuvo su momento de gloria. Es imposible no mencionarlo porque siempre ha estado ahí, una constante en todas las veces que hemos visto a Steel Pulse. No sé cuántos años lleva con ellos, pero se nota su veteranía en cada contra que toca. Su presencia aporta una seriedad al conjunto y, cuando se hace cargo del micrófono, el público parece entender que está ante uno de esos músicos que tienen algo más que contar.

¡Ah! ¡Y el batera! El jodido baterista, que también debe rondar la setentena, y que tiene un groove, una pegada y una felicidad abismal.
Llevaba 3 cajas diferentes más una caja de ritmos. Un máquina.

No podemos poner el setlist que nos dieron y perdimos mientras cenábamos una hamburguesa sentados en un portal en la puerta de la sala. Pero eso es lo de menos. Porque lo importante no es qué canciones sonaron, sino cómo sonaron. Y en cada tema, Steel Pulse logró hacer que el tiempo se detuviera, que todo lo demás quedara en segundo plano. Lo que nos quedamos con esa noche fue la sensación de que estas leyendas del reggae, después de medio siglo, siguen siendo capaces de conmover, de transmitir algo más allá de lo que cualquiera podría imaginar.

Steel Pulse no es solo una banda, es una institución que ha dejado huella en la música y en la conciencia de toda una generación. Y, si hay algo que esta noche demostró, es que siguen siendo capaces de hacer historia, de mantener viva la llama del reggae con la misma pasión de siempre.
¡Les volveremos a ver en unos meses en Rototom, qué gran consuelo ante la resaca emocional!

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