La leyenda de Costa de Marfil nos trae un show lleno de reggae, percusión y raíces, en una noche africana que aún resuena en el alma de la capital.

Crónica y fotografías: Kenyi Yoshino (Territorio Music)

La noche de Tiken Jah Fakoly en Madrid prometía ser especial desde el principio, pero nadie estaba preparado para la intensidad y la magia que llenaron la sala. En un miércoles cualquiera, Madrid se sumergió en los ritmos de África, de la mano de un maestro que sabe cómo transformar la música en un ritual. Fakoly, con su poderosa presencia, convirtió la sala en un espacio íntimo donde cada persona se sintió parte de algo mayor, como si estuviéramos asistiendo a una celebración ancestral. Los ritmos africanos fueron los protagonistas, y desde el primer acorde quedó claro que lo que se iba a vivir esa noche era más que un concierto: era un viaje de ida y vuelta al alma de África.

Tiken Jah Fakoly no necesita grandes gestos para captar la atención. Desde que subió al escenario, su figura emanaba una energía que llenaba cada rincón. Los músicos se integraban con él en una simbiosis perfecta, y pronto, estábamos todos atrapados en ese círculo musical. La percusión, en especial, marcaba un ritmo tan profundo que era imposible resistirse; y, por momentos, más que un concierto, aquello se sentía como una ceremonia.

«La música en directo es como un latido compartido: cuando estás bien, te hace volar; cuando estás mal, te ayuda a levantarte.»

Fakoly trajo consigo la intensidad y la contundencia del reggae africano, pero también algo más: una conexión con sus raíces que se sentía en cada tema. La sala vibraba con los temas clásicos que el público coreaba, mientras el artista y su banda respondían con más y más energía, como si también estuvieran atrapados en esa ola de entusiasmo. El público estaba entregado y Fakoly se alimentaba de esa energía, devolviendo cada aplauso con una fuerza mayor.

A mitad del show, la sala ya estaba completamente rendida, pero Fakoly tenía más sorpresas. Sus músicos comenzaron a improvisar una especie de jam africana que subía en intensidad, sumando capas y ritmos de percusión hasta crear una atmósfera tan densa que parecía tangible. Este momento culminante fue puro delirio: las percusiones se aceleraron, Fakoly y sus coristas comenzaron a bailar como chavales, y el público, sin necesidad de palabras, se entregó a un trance colectivo. La sala entera estaba en movimiento; los que no bailaban cerraban los ojos y simplemente dejaban que los tambores los arrastraran. Era imposible no sentir que estábamos viviendo algo único.

La noche avanzó y, para cuando pensábamos que no se podía ir más allá, Fakoly y su banda nos sorprendieron con un cierre apoteósico. Dejando de lado las estructuras del reggae tradicional, el grupo se entregó a una jam de percusión que resonaba como un latido. Uno tras otro, los músicos se unieron en un despliegue de ritmos y danzas africanas que parecían no tener fin. Fakoly, en medio del escenario, movía los brazos en una especie de ritual, como un chamán liderando una ceremonia que iba a quedarse grabada en nuestras memorias. Los tambores golpeaban con fuerza y los coros se alzaban como venidos de otro mundo.

El final del concierto no fue un simple adiós. Tras ese último estallido de percusión y danza, Fakoly y sus músicos se despidieron de manera casi solemne, como si nos estuvieran dejando una parte de su África en las manos. El público, aún conmocionado, tardó en reaccionar, pero los aplausos se sintieron como una ovación de agradecimiento colectivo. Salir de aquella sala era como regresar a otra realidad; el aire de Madrid parecía más denso, cargado de la vibración que Fakoly había dejado tras de sí.

Hay conciertos que te emocionan, pero lo que Fakoly hizo aquella noche fue algo diferente. Nos llevó a otro lugar y al salir, todos sabíamos que habíamos sido parte de algo raro y auténtico. Este tipo de experiencias son las que dan sentido a la música en vivo. Fakoly nos recordó que, en los tiempos difíciles o felices, la música es una de las pocas fuerzas que puede elevarnos, unirnos y darnos esa chispa de vida.

Gracias, Tiken Jah Fakoly, por darnos la oportunidad de soñar, de bailar, y de recordar lo afortunados que somos por poder vivir noches como esta.

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