Reflexiones sobre otro festival que separa a los fans y descuida la música.

Foto: kenyi Yoshino (Territorio Music)

Ayer fuimos con muchas ganas, y más después de no poder acudir a ver a NOFX, al Road to Rio Babel, un festival que prometía ser una de las citas punk del año en Madrid. La Caja Mágica nos recibió por segundo fin de semana consecutivo, tras el Tomavistas, y aunque el recinto era el mismo, las diferencias fueron unas cuantas.

La propuesta de Babel para la Caja Mágica ayer era de 2 escenarios. Pero, claro, la joya de la corona fue la zona front stage, esas entradas de lujo que te prometen estar cerca de tus ídolos sin tener que luchar por tu sitio. Ironía pura, porque estos mismos “privilegiados” fueron los que más temprano llegaron, vestidos con sus camisetas de Green Day, dispuestos a no perderse nada desde la primera fila. ¿División económica en un festival punk? 

El sonido fue otro tema de discusión. Si en el Tomavistas disfrutamos de un audio casi celestial, aquí nos encontramos con un sonido que parecía sacado de una radio AM de los 80. Sin embargo, vayamos por partes, porque la noche estuvo llena de altibajos. (Decimos desde ya que en realidad nos lo pasamos muy bien, porque al final eso depende en un inmenso porcentaje de la mentalidad con la que te tomes las cosas, ¿no?)

Foto: kenyi Yoshino (Territorio Music)

Llegamos temprano, como siempre, con la ilusión de descubrir alguna banda que nos volara la cabeza. Y, bingo, Maid Of Ace fue el descubrimiento del día. Estas cuatro chicas británicas nos ofrecieron un hardcore punk auténtico, del que ya casi no se ve. Un directo brutal que nos hizo preguntarnos por qué demonios solo había apenas 500 personas allí. Hacía calor, sí, pero no es Agosto.

Luego, corriendo, nos fuimos a ver a The Interrupters. Un poco de ska para levantar el ánimo siempre es bienvenido. Aunque son relativamente nuevos en la escena (su primer disco salió en 2014), su sonido nos transportó a nuestros días de adolescencia, cuando el ska era el rey de nuestras fiestas.

«El verdadero espíritu del punk está en la comunidad y la igualdad, y esto es algo que no deberíamos olvidar. Lo de ayer no era un festival de pop, señores. Era un festival de punk/rock. Supuestamente.

Nos dimos una vuelta por el escenario 2 para ver a Emlan. Pero, sinceramente, no pegaba ni con cola con la esencia del festival. Su propuesta fue como echarle ketchup a un filete de ternera de Kobe: simplemente no cuajó. En nosotros, claro. Su legión de fans que se conocían sus temas los había.

Foto: kenyi Yoshino (Territorio Music)

El primer plato fuerte del día fue The Hives. Estaban programados para tocar una hora, y aunque a nosotros nos supo a muy poco, fue suficiente para recordarnos por qué los consideramos uno de los mejores directos de punk/rock del mundo, desde que los vimos por primera vez en el Festimad 2005.
Howlin’ Pelle Almqvist y su banda quemaron el escenario de la Caja Mágica, derrochando energía y carisma como si el tiempo no hubiera pasado. Eternos The Hives.

Después de un breve descanso para cenar (los clásicos 19€ por una rica hamburgesa con patatas), nos preparamos para el plato principal: Green Day. A pesar de nuestras reticencias juveniles hacia ellos por ser “demasiado pop”, con los años hemos aprendido a apreciarlos. Pero, anoche, la cosa no empezó bien. Llegamos a nuestra ubicación, a más de 100 metros del escenario, listos para ver el show en la pantalla. Algo que ya de por sí detesto de este tipo de eventos, pero es lo que tocaba, después de que el equipo de Green Day nos negara acceder al foso de prensa, como a algún otro medio, sin motivo alguno.
Los primeros 15 minutos de concierto fueron un desastre desde nuestra ubicación: la pantalla apagada y un sonido lamentable. Celebramos como si fuera un gol cuando finalmente encendieron la pantalla. Yo el primero en celebrarlo. Y me sentí muy decadente por ello, la verdad.

Foto: kenyi Yoshino (Territorio Music)

Aunque con la pantalla encendida, el sonido seguía siendo escaso y de bajísima calidad, hablando solo del directo de Green Day, pues fue, como era de esperar, potente. Aunque la voz de Billie Joe Armstrong nos dejó algo fríos. Nunca ha sido un gran cantante, pero anoche su voz no nos cuajó. Siempre nos imaginamos qué pensaríamos si estamos paseando y vemos a una banda sin conocerla de nada. De green Day lo pensaba ayer y sin duda iría: son divertidos y tienen a un pedaaazo de batería (Tré Cool, por si alguno no le conoce aun).
Aun así, escuchar «Dookie» y «American Idiot» enteros fue un lujo que no esperábamos. Sin embargo, algo extraño sucedió: no hicieron ningún guiño a su actuación de 2017 en el Mad Cool, cuando ya había fallecido aquel chico. Una de las noches más tristes de la música en vivo en nuestro país.

La noche terminó con Lagwagon, otro de nuestros grupos de adolescencia. Su directo fue bastante decepcionante, pero al menos vimos algún pogo decente en un festival de punk. ¡Aleluya!

La atmósfera general era de devoción hacia la banda, pero también de descontento con la organización, la masificación y el sonido. Por una vez, estábamos de acuerdo con la multitud en todo. Nos preguntamos qué habría pasado si todas esas personas que intentaban vender sus entradas de reventa para la final de la Champions hubiesen decidido venir también. La masificación habría sido insostenible.

Foto: kenyi Yoshino (Territorio Music)

El Road to Rio Babel nos dejó con sentimientos encontrados. Disfrutamos de buenas actuaciones y de los put** The Hives, pero la organización y la experiencia global nos recordaron que los festivales están perdiendo cada día un poco más su esencia. La música sigue siendo nuestra pasión, pero cada vez se hace más difícil disfrutarla en estos entornos.

Para cerrar, dejemos aquí unas últimas reflexiones: el punk no es una etiqueta de lujo. No es una camiseta cara o una entrada VIP. El punk es comunidad, es igualdad, es estar codo a codo con otros locos por la música, sin importar cuánto dinero tengas en el bolsillo.
Nos preocupa que las nuevas generaciones no pisen una sala de conciertos y sigan llenando todos los festivales.

Este verano le daremos una última oportunidad a festivales los cuáles en algún momento nos han gustado y/o nos mola su cartel.
Si no, nos veremos todo el año por salas pequeñas, donde el sudor, la cerveza y el sonido crudo nos recuerden por qué amamos esta mierda.

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