A mitad de camino entre Carabanchel y el metro Oporto, en el que sin duda es el templo del ska en Madrid, vivimos hace unos días uno de esos bolos que se recuerdan durante años. Skarface, leyendas vivas del ska europeo, descargaron todo su arsenal en una Gruta 77 que, aunque no alcanzó el lleno total, vibró con la intensidad de una noche mítica para todos los que amamos este género, su música, sus bailes.

Desde el primer minuto dejaron claro que lo suyo no es una gira nostálgica ni un paseo por los viejos tiempos. Nada de eso. Lo suyo es pasión desbordada por una música que respiran desde hace más de tres décadas. Desde 1991, estos franceses han sido un referente imprescindible para cualquiera que haya buceado en los ritmos sincopados del ska, y lo siguen demostrando con cada nota.
«El ska no se toca, se vive como si el suelo quemara y el alma llevara tirantes. Skarface lo sabe. Y lo demuestra. Siempre.«
El concierto fue una descarga sin freno, dos horas de pura combustión con vientos disparando a quemarropa, una batería sin tregua, y un sonido que podría parecer caótico si no fuera porque está perfectamente desordenado. Esa es la magia del buen ska: esa sensación de descontrol absoluto orquestado por expertos. Bailes enloquecidos, pogos entrañables, litros de sudor y olor a Gruta: un coctel infalible.

Tocar durante tanto tiempo algo tan de nicho solo se sostiene desde un lugar: el amor. El amor por una escena, por una comunidad y por un lenguaje que se mueve en 2-Tone, en third wave, en punk, en reggae, pero sobre todo en corazón. Y si hay una banda que transmite eso, son Skarface. Lo de anoche fue como verles por primera vez y a la vez como si se despidieran para siempre. Intensidad en estado puro.
Antes de ellos, La Barraka Ska nos dejó uno de esos teloneos que no se olvidan. Es difícil ver a un público entregarse así con una banda que muchos no conocían. Un aplauso más que merecido para una propuesta que respira frescura y autenticidad.

Salir de la Gruta con los pies molidos y el corazón lleno debería ser considerado terapia. Lo de Skarface era una espinita pendiente que, al fin, hemos podido arrancar. Y ya está: podemos decirlo. Hemos visto a una de nuestras bandas favoritas del género, y la experiencia ha estado a la altura de todas las expectativas.





